Es el tercer país con más cobertura boscosa de Sudamérica, pero también enfrenta deforestación, contaminación y los efectos del cambio climático que golpean en todo el país.

Bolivia es una región privilegiada con bosques, pero también es uno de los países con mayor pérdida de sus pulmones verdes y golpeada por la contaminación ambiental, la deforestación, la sequía y las inundaciones, efectos del cambio climático.

Para Alcides Vadillo Pinto, director de la Regional Oriente de la Fundación Tierra, el año 2023 ha sido el peor para el medioambiente en el país. Si hasta octubre de 2023 se habían contabilizado tres días al año con temperaturas mayores a los 40 grados centígrados, después de esa fecha el número de jornadas con más de 40 grados celcius subió a 10. Eso refleja un estudio de su organización sobre el cambio climático, en el que se detectó que el calentamiento global es mayor en Santa Cruz que en todo el planeta. “Por eso se supo de gente que murió de infarto como efecto de los calores. Y eso que pasa al ser humano pasa en el organismo de la tierra”, observó.

El calentamiento global se siente con fuerza. La NASA anunció que 2023 fue el año más caluroso desde que hay registros, es decir, desde 1880, una afirmación realizada con base en el análisis de las temperaturas medias globales llevado a cabo por el Instituto Goddard de Investigaciones Espaciales. Además, el estudio arrojó otros datos sorprendentes, entre ellos, que julio de 2023 fue el mes más cálido de toda la historia.

Además, el año pasado, Santa Cruz fue una de las ciudades más contaminadas del planeta por efecto del humo de los incendios; también lo fueron La Paz y Cochabamba.

“En 2019 se quemaron 5 millones de hectáreas, equivalente a un país como Costa Rica. Desde ahí para acá se han venido quemando 3 millones de hectáreas cada año. El año pasado se quemaron 3,5 ha que equivalen a una superficie como la de Uruguay. Eso se nos quema cada año en Bolivia”, reflexionó Vadillo para hacer entender la gravedad del problema ambiental en el país.

El director de la Fundación Tierra cree que para hacer frente a estos problemas se tiene que cambiar las políticas estatales de desarrollo, pero también el modelo de desarrollo que, en su criterio, está basado solo en indicadores económicos.

Deforestación de bosques en Bolivia

Por su parte, el gobernador en suplencia, Mario Aguilera, se manifiesta sobre los efectos climatológicos. Indicó que hay un informe que habla de que las lluvias han disminuido en Santa Cruz, en un 23%. “Es un proceso que debe ser revertido”, sentencia.

Los habitantes de la Amazonia boliviana también padecen con la fiebre del oro. En medio del espeso bosque se imponen aquellos que buscan este metal precioso, pero que a su paso dejan impactos ambientales irremediables que también cobran factura a la salud. Uno de los estudios sobre la contaminación por mercurio en Bolivia fue publicado en junio de 2021 por la Red Internacional de Eliminación de Contaminantes (IPEN) y reveló que las mujeres indígenas que lo manipulan tienen niveles altos de este metal tóxico en su cuerpo.

La sequía, granizadas, inundaciones e incendios afectan a cultivos y dejan cada año a cientos de damnificados y con viviendas destruidas.

Constantemente se denuncia que las áreas protegidas sufren avasallamientos a sus territorios. Las plantaciones de la hoja de coca dañan los ecosistemas y ponen en riesgo las vertientes de agua en la zona. Además, estas áreas están invadidas por avasalladores, por el narcotráfico y la minería.

Los bosques

Con 55 millones de hectáreas de vegetación, lo que representa el 51% de su extensión territorial, Bolivia es el tercer país con más cobertura boscosa de Sudamérica. No obstante, también ocupa el tercer puesto de las regiones con mayor deforestación a escala mundial, según datos de Global Forest Watch.

Hasta 2022 el país perdió 7,9 millones de hectáreas de bosques, es decir, el 12% de su cubierta forestal fue eliminada, lo que equivale al 7% del territorio boliviano, según datos de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). Se advierte que la tasa de deforestación ha ido en aumento desde 2016, cuando se perdieron 252.000 hectáreas, en 2021 subió a 364.000 y el 2022 a 429.000 hectáreas.

En el Día Internacional de la Madre Tierra, que se celebra cada 22 de abril, la Organización de Naciones Unidas (ONU) hace un llamado a cuidar y restaurar “los ecosistemas que sustentan todas las formas de vida de la tierra”.

“Restaurar aquellos que están dañados ayudará a acabar con la pobreza, a combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva. Pero solo lo conseguiremos si todo el mundo pone de su parte”, dice el organismo en su mensaje para esta fecha.

La directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la FAN, Marlene Quintanilla, destaca que es importante reflexionar sobre lo ‘ricos’ que somos en cuanto al patrimonio natural, pero también sobre las presiones que existen al medioambiente, que no solo se dan en nuestro país, sino en todo el mundo. “La buena noticia es que, pese a que se ha perdido mucho bosque, el 21% de la cubierta forestal del mundo está en Sudamérica, la mayor parte de ella en la Amazonia”, destaca.

“Somos un país muy rico en diversidad de bosques, pero también estamos entre los países con mayor vulnerabilidad por los efectos del cambio climático, lo que tiene que ver también con la pérdida de bosques. Cada año estamos sufriendo muchos eventos climáticos, como las sequías extremas que están generando mucha pérdida al sector agropecuario y a la gente, y grandes inundaciones que también tienen un gran impacto”, dice.

Destaca que Bolivia tiene una gran cantidad de ecorregiones y biomas, una gran parte de ellas en la región cruceña. De las 12 ecorregiones que hay en el país, nueve están en Santa Cruz. Además, menciona que hay otros aspectos positivos por destacar en Bolivia, como el hecho de que cuenta con 23 áreas protegidas de gestión natural, que abarcan 13,3 millones de hectáreas de bosque, donde la deforestación solo representa el 2,3% de afectación. También están las 159 áreas departamentales, municipales e indígenas. Ve una debilidad en la legislación nacional en la seguridad de los bosques, porque para la titulación de áreas se debe cumplir la función económica y social, lo que implica eliminar bosques.